Sobre el efecto Antic y la bola de cristal

El efecto Antic: dícese de aquél efecto que lleva a los dirigentes del Atlético de Madrid a fichar entrenadores que han realizado buenas campañas con equipos modestos con el objetivo de trasladar el modelo del equipo pequeño (en teoría) al grande (aún más en teoría).

Como resultó bien con Radomir Antic que ganó el doblete en el año 97 tras haber entrenado las campañas precedentes al Oviedo, nuestros queridos dirigentes repitieron la operación con Goyo Manzano (en el año 2.003, tras su paso por el Mallorca), con César Ferrando (en el 2.004, tras triunfar en el Albacete) y con Javier Aguirre, en 2.006, tras haber entrenado al Osasuna y haberlo clasificado para Champions.

Pero las cosas no siempre funcionan igual, entre otras cosas, porque el éxito del año del doblete viene más motivado por una sucesión de casualidades que por una buena planificación deportiva.

Y, tras haber FRACASADO nuevamente el año pasado, se decide dar continuidad a Aguirre. El resultado es que, después de tres partidos, el Atlético ha firmado el peor comienzo de Liga desde el año del descenso. Y no me entretendré más en hablar de partidos como el de Murcia del domingo porque me aburre soberanamente escribir sobre exactamente los mismos errores desde hace varios años.

E igual que no hacía falta ser un genio para prever lo que podía pasar este año, tampoco era necesario tener una bola de cristal para saber que Motta era un futbolista de ídem y que podíamos tener problemas con sus lesiones. Escrito estaba y poco han tardado en confirmarse estos augurios. Sólo nos falta que se confirme la leyenda urbana (o no tan leyenda) de su afición por la noche. ¿Se pueden hacer peor las cosas?

Pero, al igual que en la selección, aquí tampoco pasa nunca nada.