jueves, 20 de mayo de 2010

Hemos perdido

Perdió ayer el Atlético la final de la Copa del Rey ante un Sevilla que metió un gol al princpio y, muy fiel al estilo de su delegado (el ínclito Cristóbal Soria), se dedicó el resto del partido a perder tiempo, organizar tanganas, jugar al límite del reglamento (pero por fuera) ... Todo ello con la anuencia y complicidad de un Mejuto González que no supo (o no quiso) cortar ese juego.

Antes del partido, percibía en la afición y en los medios de comunicación la sensación de que, habiendo ganado la Europa League, la temporada ya estaba "hecha", que era una buena temporada, que la final de Copa era "un regalo" y que, en cierto modo, no pasaba nada si se perdía. Sensación que no me gustaba nada y que espero no se trasladase a los jugadores.

Y después del partido, pues más de lo mismo: que si hay que estar orgullosos del equipo (totalmente cierto), que si es mejor perder así que ganar como ganó el Sevilla (mucho más cierto, el fin no justifica los medios, al menos para mí), que si lo de la afición es para quitarse el sombrero (fiel, más que ninguna en el mundo; pero me reitero en que no es buena) ...

Pero hay un pequeño detalle que parece olvidarse: y es que HEMOS PERDIDO, que no somos campeones. Y es verdad que sentí asco cuando Navas sentenció el partido y no volví a mirar la tele. Y por primera vez en más 20 años que llevo viendo finales de Copa, no quise ver cómo le entregaban la Copa al campeón porque no entiendo el fútbol de esa forma.

Todo eso es rigurosamente cierto. Pero las lágrimas de alegría del miércoles pasado se transformaron en lágrimas de rabia y pena ayer porque el Atlético perdió. Y eso no lo compensa nada. Al menos, a mi.

viernes, 14 de mayo de 2010

La ilusión de dos niños

Una de las nefastas consecuencias, posiblemente la peor, de la lamentable gestión de la directiva atlética a lo largo de los últimos años, ha sido el hecho de que las nuevas generaciones (niños y jóvenes) no tuviesen aliciente alguno para hacerse atléticos. Sólo la influencia familiar, y no siempre, podía hacer que siguiese habiendo niños del Atlético.

Y una de los mayores patrimonios del Atlético es su afición. Una afición que yo he criticado muchas veces, por complaciente y por inmovilista. Pero no cabde ninguna duda de que es una afición numerosísima, agradecida y fiel. Pero, si por la circunstancias actuales, no se va renovando esa afición con "savia nueva", perderemos ese enorme patrimonio y, antes o después, estaremos condenados, definitivamente, a la mediocridad más absoluta.

Esta es una de las razones por las que la victoria del miércoles en la UEFA Europa League es tan importante. Ayer, en un centro comercial de Madrid, dos niños de apenas 3 o 4 añitos cantando orgullosos el himno del Atleti. Este es el camino. Esperemos que esta victoria haga de catalizador y desencadene una reacción positiva en TODOS los estamentos del mundo rojiblanco (directiva, técnicos, jugadores, afición y prensa). La afición se lo merece.

jueves, 13 de mayo de 2010

Volvimos a "campeonar"

Tuvieron que pasar 14 años para volver a ganar un título, 24 para volver a una final europea y 48 para volver a tener un título continental en nuestras vitrinas. Y no voy a decir aquella manida frase de que "mereció la pena esperar tanto" porque nunca debió de ser tanto.

Pero ayer, por fin, el Atlético volvió al lugar de donde nunca debió salir. Muy al estilo del Atlético, sufriendo hasta el final, hasta el minuto 116 (que se dice pronto) y pasándolo peor que mal (al menos, el que esto escribe). En un partido bastante mediocre, que fue un fiel reflejo de todas nuestras virtudes y defectos: un portero excepcional (Pitarch, ¿no había que deshacerse de él porque "teníamos demasiados porteros jóvenes"?, una defensa muy dubitativa, un centro del campo al que le cuesta horrores crear fútbol y dos delanteros descomunales. Pero, al final, se hizo la luz: ese genio que es Agüero controló un balón en el lateral del área, le hizo un lío a su marcador, le dio tiempo a marcarle con la mano el desmarque a Forlán y le puso un balón de gol al corazón del área pequeña para que el uruguayo, en un remate dificilísimo, acabase con tantos años de sufirimiento.

Y, hablando de Forlán, ese que "se estaba reservando para el Mundial", ese "que había que haberlo vendido el verano pasado al Madrid", ese "que se paseaba", ese "que había que despedirlo", ese "que se cachondeaba de la afición que tanto le había idolotrado" ... Pues bien, el uruguayo ha metido los goles de la semifinal frente al Liverpool y los dos goles que nos dieron el título ayer. Y es que los grandes aparecen en los partidos grandes, cuando hay que decidir de verdad. Y es que los grandes parece que nunca están pero, cuando aparecen, aparecen para levantar los brazos porque han marcado. Gracias, sobre todo, a él, el Atlético volvió a "campeonar".